Monday, May 30, 2011

Sobre el amor y el compromiso

La semana pasada una buena amiga me pidió que la ayudara a escribir unas pocas palabras sobre el amor y el compromiso (esto con motivo de un discurso que tiene que dar en el matrimonio de su hermano). Me gusto el reto porque creo que no hay nada más complicado que escribir sobre amor, sin hacer el ridículo. Como hacer el ridículo no tiene ningún valor en el amparo de la soledad, acá les comparto mi escrito. De antemano disculpen lo dulzón (Este escrito no es apto para diabéticos):




Hablar de amor y de compromisos sin caer en lugares comunes y frases baratas no es tarea sencilla. Hablar de amor diciendo algo nuevo y original es imposible. Podría ser pretensioso y hablar de amor citando a Otelo y Desdémona, y mostrando como el amor es más grande al superar diferencias raciales, culturales y religiosas. Podría hablar de amor pretendiendo saber griego antiguo y hablando de la diferencia entre Eros y Agape. Eros es el amor que busca algo a cambio, el amor como inversión esperando un retorno. Agape es el amor incondicional, el amor por el amor, un amor sin contraprestaciones, solo buscando la felicidad de la otra persona.

Podría hablar del amor usando los verbos de paciencia, tolerancia, ternura, apoyo y compromiso. Podría hablar de amor desde un lado físico y animal, desde la lujuria y el placer sexual. También podría hablar de amor en sus distintas relaciones y dimensiones: el amor del padre a un hijo, el amor de una madre a un hijo, el amor a los padres, el amor a los amigos, el amor a los abuelos, el amor a los sobrinos, el amor a las causas, el amor a la revolución, el amor hacia los más débiles y desprotegidos. Podría hablar del amor hacia una nación, o hacia un equipo de fútbol. Lo que nuca podría hacer es hablar del amor por el consumismo o hablar del amor por los objetos. El amor existe con respecto a otras personas o hacia las ideas, pero el amor hacia lo material no existe.

En este mundo pretensioso y competitivo, en este mundo mediático donde todos los días se nos dice que la compra de un producto nos va a hacer más felices, tenemos que ser firmes y responder que No. Que la felicidad no está en un producto, sino en el amor de compartir con la pareja el día a día. Pero no una cotidianidad tediosa y aburrida, no una cotidianidad que nos aleja del sexo. Una cotidianidad creativa, una cotidianidad que se reinvente, una cotidianidad que nos incrementa el placer y nos reduce el dolor.

Esa cotidianidad, ese día a día, consiste en verse con esa persona al finalizar una jornada de trabajo. En darse apoyo y fortaleza en los momentos de debilidad, y recordar humildad y sencillez en los momentos de grandeza. Ese día a día está en compartir un paisaje, un mar, una montaña. En compartir escases y repartir abundancia. Que el amor es compartir salud, pero el amor más verdadero es acompañarse en la enfermedad. Que el amor no está en las palabras, sino en los símbolos: hablar con una mirada, dar apoyo y ternura con una caricia.

Que el amor sea como aquella pareja de filósofos francesas que ya ancianos y después de una vida llena (que no recuerdo sus nombres, pero si su historia), rebeldes al concepto cristiano “de que la muerte los separe”, decidieron morir juntos. Ellos sabían que la vida sin amor no tiene sentido. La vida sin amor es una vida amarga y aburrida. Es un caminante sin camino.

No les deseo suerte, les deseo amor.

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