Transmilenio es caótico. Sin maquillaje, ni
eufemismos hay que aceptarlo: Bogotá es un espejo de esta realidad. En Transmilenio
vemos desorden, acoso a las mujeres, colados,
confusión, criminalidad, informalidad, suciedad, poco o nada de cultura
ciudadana.
Así esto lo contradigan los expertos urbanos que
desde la comodidad de sus puestos hablan de las bondades del sistema con
sofisticados indicadores. Acá importa el
usuario, no el experto. Los primeros califican el sistema como una mierda. Es
evidente: las filas son interminables y los bloqueos son a diario, por el desespero
de ver buses empacados de personas o porque pasan los minutos y no la ruta. Ni
hablar de lo que sufren las mujeres con el acoso que se convierte en manoseo.
En esto compartimos el mismo patrón vicioso con
Ciudad de México, allá el acoso llegó al nivel que obligó a su metro en horas
pico a tener vagones exclusivos para mujeres. Acá se propuso algo similar, pero
no se ha llevado a cabo. Sin embargo, para detener a los acosadores se pusieron
voluptuosas policías encubiertas en Transmilenio. Las medidas son síntomas de
una enfermedad que represente el sentir machista de una sociedad, ese sentir
que la mujer es un objeto que está al servicio del hombre, y por eso ante el instinto
de sentirse atraído creen estar en todo su derecho de manosearlas.
Pero más allá del machismo, el sistema de
transporte también demuestra el desarrollo de una ciudad. La frase de Peñalosa
“Una ciudad avanzada no es en la que los pobres pueden moverse en carro, sino
una en la que incluso los ricos utilizan el transporte público”, muestra muy
bien esto. El desarrollo se debe mirar por la calidad de los bienes públicos. Transmilenio
es caótico porque los que tiene poder en la toma de decisiones ni ellos ni los
suyos lo usan, por lo tanto son indolentes. Los privilegiados de esta ciudad usan
carro (tienen dos o blindado -para evitar el pico y placa-). En contraste, las
sociedades desarrolladas proveen bienes públicos de altísima calidad, empezando
por su sistema de transporte.
El contraste es abismal con Hong Kong, Berlín,
Estocolmo, Londres en su subterráneo y en su tren se ve limpieza, orden,
eficiencia, claridad. Esto refleja una ciudad igualada por arriba, donde en un
mismo vagón se encuentran obreros, estudiantes, secretarias, turistas y
empresarios, todos disfrutando de un sistema de transporte digno y representativo
de su sociedad. El de los bogotanos también representa nuestra ciudad, por eso
se entiende todavía la cantidad de gente que prefiere aguantarse los trancones
en antes de subirse a un sistema mucho más rápido.
PD1: Un caso interesante de transporte es el de
Bangkok, aquí aplica el lugar común de una “ciudad de contrastes”. Un metro y un
tren eficientes y organizados, con motos jalonando una cabina con personas (Tug-tug)
con altos niveles de informalidad y poca seguridad. Análogo a lo que se ve en
Bangkok una ciudad donde colindan rascacielos y restaurantes de alto nivel con construcciones
a “lo que salga” y calles y andenes invadidas de puestos de comida (El respeto
por el espacio público es el mismo que tiene Petro: nulo).
PD2: Otro caso es el subway de Nueva York, como
su ciudad en un principio es “in your face” o siendo más formales “overwhelming”,
todo pasa tan rápido que nadie tiene tiempo de detenerse guiar a los
confundidos. Igual que sus ciudadanos, tampoco son amigables los empleados del MTA
que contestan sólo una vez y de manera rápida, su premisa parece ser “no se
repite”. Pero una vez se entiende el sistema funciona bastante bien.
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