Lo primero
que se pierde, y este es el primer golpe que se recibe, es una palabra clave en la felicidad:
libertad. En vacaciones, por los menos las que yo hago, siento una verdadera
libertad: no hay necesidad de alarmas, se come cuando haya hambre, se duerme
cuando haya sueño y se toma aunque no haya sed.
Pero más importante que lo anterior se descansa de todos aquellos que
tienen el poder de perturbar la calma. No hay jefes, no hay clientes, no hay
órdenes, y nadie dice, ni escribe: URGENTE.
Esta
libertad viene acompañada de lo estético, porqué las vacaciones consisten en
ver y disfrutar de los privilegios de otros espacios que no hacen parte de
nuestra cotidianidad. En esto las fotos siempre resultan limitadas, no logran
captar la belleza de todo lo que se alcanza a ver y a sentir. Si a este placer se
le suma la oferta gastronómica, el asunto cada vez se pone mejor. Al volver a
casa a comer y ver lo mismo, a cumplir un
horario y a esperar a que se acabe el pico y placa, es ahí donde se dice con resignación
y tristeza “Ni modo, a volver a la realidad”. En esos momentos se recuerdan las vacaciones que acaban de pasar, en especial las anécdotas e historias. No puede haber un viaje sin este ingrediente. Unas vacaciones así serían como un partido sin goles. En mi reciente viaje a República Dominicana, escuchaba a las personas decir con frecuencia que algo está hecho a la “brigandina”, esta es la expresión que ellos usan para decir “chambón” (sin calidad y sin dedicación). El dictador Trujillo contrató la empresa Bridge and Dinna para que en un lapso muy corto hicieran una serie de puentes para la isla. Como en toda obra, la premura de tiempo va en detrimento de la calidad, a los primeros vientos huracanados todos los puentes besaron el piso.
Este cuento pagó el tiquete de ida (con los años he optado que si me gusta una historia ya no reviso su veracidad). Esta historia nos la contaron a mí y a un amigo que trabaja para el Caribe con el Banco Mundial (tiene que ir al menos una vez al mes), en las vacaciones de final de año decidió volver sólo para estar con sus amigos. Él entiende las vacaciones como un momento de reencuentro, como la oportunidad para de conocerse mejor y estar abierto a nuevas amistades o consolidar las existentes.
Pero como compartir
no es lo mismo si no lo divulgamos, por eso las fotos casi instantáneas en Instagram y Facebook, porque en viajar hay mucho de ego, de sentirse uno
especial. Por ejemplo, un amigo de mi hermano ha ido cuatro veces a África pero
no conoce Paris. Yo a él no lo conozco, pero así a primera vista, pareciera que
hace esto porque si va a Paris es uno más, en contraste si va África, de manera
reiterada, esto lo hace sentir especial y único.
En lo del
ego y viajar hay una paradoja porque el mayor valor de viajar es precisamente
que jode el ego. Bien lo dijo un amigo argentino: “lo que más disfruto de
viajar es que me saca de mi zona de confort”, brillante. Viajar es una lección
de humildad. Invita a entender la vida de otra forma. La persona que viaja es la
antítesis de un provinciano. El viajar marca una clara diferencia con esos que
piensan que en su ciudad están los mejores médicos, o que dicen sin sonrojarse
que no hay nada más delicioso que su plato típico, esos mismos que en Europa se
emocionan al ver una fonda paisa, y prefieren tomarse un guaro antes que un
buen vino.
El
provinciano no sólo es ignorante, es arrogante y lleno de ego. Viajar es el
mejor antídoto para esta enfermedad. En el libro Las Ciudades Invisibles de
Italo Calvino, hay una respuesta de Marco Polo a una la pregunta del Gran Jan, que
explica esto: “¿Viajas para revivir tu
pesado? Y la respuesta de Marco: -El otro lado es un espejo negativo. El
viajero reconoce lo poco que es suyo al descubrir lo mucho que no ha tenido y
no tendrá”. Tal vez la causa del guayabo post vacaciones es darse cuenta de lo limitada y simple de la cotidianidad. Ahora, puede que lo que más se disfrute de viajar es descansar de la vida que se tiene. Tener un respiro para oxigenarse y poder seguir confrontando los obstáculos, los retos y las frustraciones. En palabra de Italo Calvino “el infierno que habitamos todos los días (…) Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parta de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es riesgosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno y hacer que duré y darle espacio”. Será por esto último que muchos procuran viajar de manera sistemática y por el máximo tiempo posible, porque viajando se descubre una de las formas más placenteras de vivir la vida, o tal vez de huir de ella.
Cuando estaba en Colombia por cuestion de financiera ( se gasta mas de lo que se gana) Siempre llegaba de vacaciones sin un denario. Esperar quincena para normalizar las finanzas.
ReplyDeleteEl resto es verdad vacaciones en otro lugar es como salirse de cuerpo y ocupar otro el cual cambia radicalmente las costubres.. es placentero caminar por una vereda , oir los ruidos silvestres, el rio que corre y el cielos con sus nuves de mil formas.. Prefiero ir al campo que a Paris o Africa. El cualquier pais se encuentra todo esto...Un abrazo y distinguido tu escrito..