Friday, February 7, 2014

Sobre lo que gusta de viajar

Se entiende a cabalidad lo que significa la palabra desasosiego cuando se regresa de las vacaciones, es ese sentimiento que oscila entre malestar, desconcierto e intranquilidad. Cuesta mucho pensar que algo, en el corto plazo, pueda motivar o generar alegría. Es un guayabo más duro del que se está habituado, pues en las vacaciones la fiesta duró más días.

Lo primero que se pierde, y este es el primer golpe que se  recibe, es una palabra clave en la felicidad: libertad. En vacaciones, por los menos las que yo hago, siento una verdadera libertad: no hay necesidad de alarmas, se come cuando haya hambre, se duerme cuando haya sueño y se toma aunque no haya sed.  Pero más importante que lo anterior se descansa de todos aquellos que tienen el poder de perturbar la calma. No hay jefes, no hay clientes, no hay órdenes, y nadie dice, ni escribe: URGENTE.
Esta libertad viene acompañada de lo estético, porqué las vacaciones consisten en ver y disfrutar de los privilegios de otros espacios que no hacen parte de nuestra cotidianidad. En esto las fotos siempre resultan limitadas, no logran captar la belleza de todo lo que se alcanza a ver y a sentir. Si a este placer se le suma la oferta gastronómica, el asunto cada vez se pone mejor. Al volver a casa a comer y  ver lo mismo, a cumplir un horario y a esperar a que se acabe el pico y placa, es ahí donde se dice con resignación y tristeza “Ni modo, a volver a la realidad”.

En esos momentos se recuerdan las vacaciones que acaban de pasar, en especial las anécdotas e historias. No puede haber un viaje sin este ingrediente. Unas vacaciones así serían como un partido sin goles. En  mi reciente viaje a República Dominicana, escuchaba a las personas decir con frecuencia que algo está hecho a la “brigandina”,  esta es la expresión que ellos usan para decir “chambón” (sin calidad y sin dedicación). El dictador Trujillo contrató la empresa Bridge and Dinna para que en un lapso muy corto hicieran una serie de puentes para la isla. Como en toda obra, la premura de tiempo va en detrimento de la calidad, a los primeros vientos huracanados todos los puentes besaron el piso.

Este cuento pagó el tiquete de ida (con los años he optado que si me gusta una historia ya no reviso su veracidad). Esta historia nos la contaron a mí y a un amigo que trabaja para el Caribe con el Banco Mundial (tiene que ir al menos una vez al mes), en las vacaciones de final de año decidió volver sólo para estar con sus amigos. Él entiende las vacaciones como un momento de reencuentro, como la oportunidad para de conocerse mejor y estar abierto a nuevas amistades o consolidar las existentes.

Pero como compartir no es lo mismo si no lo divulgamos, por eso las fotos casi instantáneas en Instagram y Facebook, porque en viajar hay mucho de ego, de sentirse uno especial. Por ejemplo, un amigo de mi hermano ha ido cuatro veces a África pero no conoce Paris. Yo a él no lo conozco, pero así a primera vista, pareciera que hace esto porque si va a Paris es uno más, en contraste si va África, de manera reiterada, esto lo hace sentir especial y único.

En lo del ego y viajar hay una paradoja porque el mayor valor de viajar es precisamente que jode el ego. Bien lo dijo un amigo argentino: “lo que más disfruto de viajar es que me saca de mi zona de confort”, brillante. Viajar es una lección de humildad. Invita a entender la vida de otra forma. La persona que viaja es la antítesis de un provinciano. El viajar marca una clara diferencia con esos que piensan que en su ciudad están los mejores médicos, o que dicen sin sonrojarse que no hay nada más delicioso que su plato típico, esos mismos que en Europa se emocionan al ver una fonda paisa, y prefieren tomarse un guaro antes que un buen vino.
El provinciano no sólo es ignorante, es arrogante y lleno de ego. Viajar es el mejor antídoto para esta enfermedad. En el libro Las Ciudades Invisibles de Italo Calvino, hay una respuesta de Marco Polo a una la pregunta del Gran Jan, que explica esto: “¿Viajas para revivir tu pesado? Y la respuesta de Marco: -El otro lado es un espejo negativo. El viajero reconoce lo poco que es suyo al descubrir lo mucho que no ha tenido y no tendrá”.

Tal vez la causa del guayabo post vacaciones es darse cuenta de lo limitada y simple de la cotidianidad.  Ahora, puede que lo que más se disfrute de viajar es descansar de la vida que se tiene. Tener un respiro para oxigenarse y poder seguir confrontando los obstáculos, los retos y las frustraciones. En palabra de Italo Calvino “el infierno que habitamos todos los días (…) Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parta de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es riesgosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno y hacer que duré y darle espacio”. Será por esto último que muchos procuran viajar de manera sistemática y por el máximo tiempo posible, porque viajando se descubre una de las formas más placenteras de vivir la vida, o tal vez de huir de ella.

1 comment:

  1. Cuando estaba en Colombia por cuestion de financiera ( se gasta mas de lo que se gana) Siempre llegaba de vacaciones sin un denario. Esperar quincena para normalizar las finanzas.
    El resto es verdad vacaciones en otro lugar es como salirse de cuerpo y ocupar otro el cual cambia radicalmente las costubres.. es placentero caminar por una vereda , oir los ruidos silvestres, el rio que corre y el cielos con sus nuves de mil formas.. Prefiero ir al campo que a Paris o Africa. El cualquier pais se encuentra todo esto...Un abrazo y distinguido tu escrito..

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